Junio es, desde hace aproximadamente 5 años, en el Perú urbano, el mes donde la bandera arcoíris precede a la bicolor. Algo que se sabe menos, es que también es el mes de la cultura afroperuana. Sin embargo, las marcas consideran un calendario en función de lo que ya se validó desde la globalidad a lo que suelen pertenecer. Lo local importa solamente como celebración folklórica, evento regional, o cuando rueda una pelota de cuero en una cancha internacional. Los planes de ir poniéndonos de arcoíris cambiaron, cuando antes incluso de iniciar el mes de Junio se viralizó un asesinato ocurrido en Estados Unidos con móviles racistas y de pronto se hicieron parte de la conversación coloquial términos que hasta hace poco eran solamente jerga académica: Supremacía Blanca. Racismo Estructural. Un awareness masivo sobre la inequidad racial se generó entre millones de personas en todo el planeta, desde ya ansiosas y monotemáticas por la cuarentena, y se viralizó un recuadro negro en duelo y protesta junto con un hashtag en inglés. Este movimiento digital agarró por sorpresa a las marcas, y fueron pocas quienes se compraron el pleito de manera magistral en total coherencia con su propósito, mientras el Perú se ahogaba en las lágrimas de quienes no querían que les cambiaran una marca de despensa, entre opiniones de especialistas más sentimentales que empáticos. El recuadro negro se apagó y luego de un hiato las marcas retomaron la tradición del logo intervenido de arcoiris con algunas acciones importantes y cada vez más arrojadas, esto también a escala global y local.
Pero lo que me llama la atención es ese hiato. Lo leo como el miedo de las cabezas de marketing a poner muy cerca la polisemia del color negro en el contexto de la protesta (raza, discriminación, violencia, duelo, vacío) con la del arcoíris en el contexto del “Pride” (inclusión, libertad, visibilización). Como una falta de respeto entre el dolor de unos y la celebración de otros, ignorando la desigualdad de oportunidades que hermana el día a día de ambos fuera de fechas conmemorativas. Entre una identidad racial inevitable y una identidad sexual/de género que muchos quieren que los LGBT evitemos. Entre la predeterminación de la raza, “natural”, y el albedrío del sexo, “pecaminoso”. Nuevamente el estereotipo, ese branding diseñado por la hegemonía sobre quien vive la disidencia always on, no a según el calendario marketero.
Señora marketera, señor publicista, no se olvide su arco iris. No crea que vivimos en el mundo de las lentejuelas y las plumas, subidos a un unicornio por encima de los problemas del Perú, cuando hay luchas “que sí valen la pena”. Entérese que hay niños trans que nunca irán a la universidad, o que hay mujeres lesbianas embarazadas contra su voluntad. No haga caso de quienes sólo están dispuestos a vernos si gastamos dinero en discotecas o cruceros o accesorios de marcas aspiracionales. No se quede atónito/a con la modelo trans, negra y extra large de Calvin Klein si no va a notar a su compañera en el temeroso closet. No tenga miedo de poner una comunidad al lado de la otra. Déle un reto a sus analistas y a sus creativos, edúquese en la diversidad. Se sorprendería de enterarse que, este Julio, en la bandera del Perú caben todas las demás.